JOSEP CARBONELL

 

 

 

EDAD: 56


Yo soy un personaje singular dentro del mundo de la luthería, tanto por mi enfoque como por lo que ha sido mi historia personal. Ello me ha proporcionado grandes satisfacciones y también algún disgusto. Ya que me dices que hojeaste mi página web, seguramente pudiste apreciar algo distinto a lo que se encuentra en otras. En su día fue de las primeras dedicadas a este tema, es de autocreación. No dispongo de grandes conocimientos informáticos pero me esforcé en conseguir el resultado que quería transmitir. Todo el material que aparece en la misma es de producción propia, ya sean las fotografías como su posterior manipulación. Todo excepto la traducción al inglés que la realizó una amiga mía y que por desgracia ya no está entre nosotros. Quizás sea éste el motivo por el cual mostraste interés en la misma. Es una web sencilla, sin grandes pretensiones a nivel estético ni de programación pero es una elaboración personal, seguramente aquí se debe de notar la diferencia. También quiero comentarte que fue pensada, diseñada y prácticamente realizada en un suspiro. Fue un impulso y me guié por él.

Soy de Vic (Barcelona), mis estudios de violín empezaron a los seis o siete años, es decir, el violín me ha acompañado toda la vida. Tenemos también que ubicarnos en la Barcelona de esos años, donde los estudiantes de violín se podían contar con los dedos de la mano y robablemente te sobraban... En esa época llegué a conocer a Joan Massià, estuve en su casa. Más adelante conocí a Gonçal Comellas... Eran dos grandísimos violinistas. Pero el panorama general, en lo que a la formación musical se refiere, era de una pobreza que a las generaciones le puede resultar difícil de comprender. Estamos hablando de una oscuridad profunda. Yo me sentía un bicho raro. Recuerdo muchas veces la sensación de vergüenza al ir por la calle con mi estuche de violín. Y no era el único. Una vez se lo escuché comentar algo parecido a Jordi Savall... lógicamente él debía de sentir más vergüenza ya que llevaba un instrumento más grande. Y si nos situamos en la formación escolar, al margen de los conservatorios, hablando del pasado, una de las cosas que no puedo perdonar es que las clases de música de aquel tiempo consistiesen en aprenderse los himnos del régimen...

“Isabel y Fernando
el espíritu impera
moriremos besando
la sagrada bandera”

 

Puede parecernos extraño, pero a “eso”, en la escuela de mi niñez se le llamaba “clase de música”.

Por motivos familiares se me hacía difícil pensar que el violín podría darme los recursos necesarios y empecé a trabajar muy joven. Deje el violín. Años más tarde volví al punto donde lo había dejado años atrás y fi nalicé mi carrera en el conservatorio. Tampoco había mejorado mucho la cosa y seguíamos siendo muy poca gente estudiando. Con el maestro Xavier Turull estuve estudiando cuatro años y sin duda fue la persona que me infl uyó más en el amor hacia el instrumento. Me habló del violín y de sus partes, tanto externas como internas. Sin duda alguna, esta experiencia se conectó con otra de mi tierna infancia, como fue la visita a un taller de luthería. Sin referentes familiares ni de contactos con este mundo se me hacía del todo inimaginable que yo podría dedicarme a esta labor. Contextualizando las cosas, porque hay que entender que las cosas han cambiado mucho desde entonces, situaciones más o menos habituales hoy en día como puede ser simplemente viajar, cambiar de ciudad, realizar estudios fuera de tu “entorno natural” eran improbables, tan raros que como casi nadie lo hacía, nadie lo echaba en falta. Insisto en estas apreciaciones porque sino creo que no se pueden entender bien las cosas. Bien, siguiendo, el Sr. Turull me comentó que no existía en Barcelona ningún luthier porque se había jubilado recientemente el último. Existían tiendas y algunas de ellas disponían de personas que podemos calificar de excelentes en la reparación de instrumentos pero no construían. Él me animó a ir a Cremona para aprender el ofi cio. Eso me sonaba como algo rarísimo, vamos la misma reacción que tendría actualmente si alguien me propusiera viajar a Marte. Además, era una parte importante del sustento familiar y esta solución era inviable. Por el año 1.985 aproximadamente, después de múltiples refl exiones personales decidí que lo mejor que podía hacer con mi vida era ser

Cuando uno se pone frente a frente, a corta distancia, de un instrumento comprende la fragilidad del ser humano. En un taller de Barcelona estábamos reunidas dos personas las cuales teníamos claro que hablábamos sobre un tema, la construcción de instrumentos musicales, la luthería, con profunda intemporalidad. Ninguno de los dos vivirá más tiempo que las realizaciones de uno de ellos. Entiendo la emoción del luthier al hablar de su trabajo. El resultado fi nal es hermoso, íntimo y personal. Intransferible emocionalmente ni cuando se vende. Se vende el instrumento, no la construcción del mismo, solo la parte material que lo compone.

Muy acostumbrado a las entrevistas y poniendo coto a las mismas para que no le roben más espacio temporal del debido, habló largo y tendido. Casi no hay preguntas por mi parte ya que su verbo fácil llena todo el ambiente, solo roto de vez en cuando porque quería encontrar esa expresión exacta, puntual y defi nitoria para un concepto. Vive como trabaja, buscando la perfección, como en las expresiones verbales. No se da concesión alguna a sí mismo respecto la inexactitud. Solo divaga en temas muy puntuales de su trabajo y no por no saber que decir, sino por la oportunidad o no de desvelar demasiados misterios que forman parte de su secreto profesional. Y por cierto, creo que este “secreto” le molesta más a él que a mí pero es consciente que tiene que defender su “modus vivendi”.

Y para terminar no quiero dejar de hacer mención al entorno de trabajo, otro refl ejo de la persona. Sobre una mesa de trabajo limpia como la de cualquier despacho, o más, existe un tablero con todas las herramientas dispuestas de forma precisa por categorías y en el centro, ocupando un espacio pequeño en tamaño pero grande en sentimiento, dos fotografías, una puede ser la reproducción de su próxima creación ( estoy especulando, no lo sé) y la otra de sus dos hij os cuando eran niños. La fi nca, un edifi cio regio del Eixample de la ciudad condal, da ese toque de equilibrio a la obra con el autor y el lugar

coherente con ella. Podía realizar muchas labores pero ninguna me llenaría a nivel personal como el ofi cio de la luthería. Viajé a Cremona y me encerré en sus bibliotecas, leí todo lo que pude pero la información al respecto en este mundo es muy limitada. Existe una realidad, vigente hoy en día, las puertas de los talleres de luthería están siempre cerradas. Es muy difícil entrar en este mundo y no siempre eres bien recibido. Aquí podríamos hablar de la maravilla que representa para el conocimiento la revolución cultural que ha supuesto Internet, pero de momento sigamos de forma cronológica. Hoy en día, después de muchos años entiendo el porqué de las puertas cerradas de los talleres. La luthería es sin duda alguna, un mundo muy atractivo y visto desde fuera tiene un encanto natural que sin duda otras disciplinas no tienen. Pero te puedo asegurar que es un mundo duro donde el trabajo es inmenso y no siempre bien comprendido. Hablando de mi aprendizaje te puedo decir que los libros existentes en la época eran muy simples y tenían más que ver con la parte educativa básica del músico que no con su faceta constructiva. El ofi cio se aprendía de forma eneracional, donde las sagas familiares enseñaban solo a sus miembros. Por el año 90 había llegado a mi tope de autoaprendizaje utilizando la técnica de prueba/error y necesitaba de alguien que me guiase para poder seguir avanzando. Aquí entró la ayuda de mi esposa que conocía a José Angel Chacón, de Málaga. Para mí, el mejor luthier del país en lo que se refi ere a trabajo con la adera. Sus realizaciones son magnífi cas y su forma de trabajar y su compromiso con el trabajo bien hecho, ejemplares. Durante varios años estuve cogiendo el avión hacia Málaga durante mis vacaciones. Con el maestro Chacón aprendí técnicas esenciales pero, sobre todo, aprendí de su amor al instrumento y de su profundo respeto por este ofi cio. Muchos años después seguimos viéndonos y sigue dosifi cando la transmisión de sus conocimientos de forma sabia... Después tuve ocasión de enriquecer mi formación, especialmente en lo relativo a barnices, con luthiers y restauradores europeos y americanos. El maestro Chacón, a principios de los noventa, organizó el primer concurso de luthería de la era moderna en España. Hacía más de doscientos años que no se realizaba un concurso de luthiers en España y él quiso reeditar esa tradición. Persona con múltiples contactos no le costó poner en conocimiento a todas las personas que por estas ierras realizan su trabajo. Se llamó el Primer Concurso de Luthería José Contreras. Trabajé de forma intensa durante todo un verano con la premura del tiempo y creyendo en muchas ocasiones que no llegaría a tiempo de poder presentar mi violín. Era como mi bautizo de fuego ya que estaban invitados a participar todos los luthiers de España. Hasta la fecha no había podido contrastar mis conocimientos con otras personas de forma abierta. Era, para decirlo de forma coloquial, “mi salida del armario”.

El concurso no pretendía ser tanto una competición –que también lo era- sino que, por encima de todo, pretendía ser un encuentro: una muestra del trabajo realizado por los constructores españoles de la actualidad. Lógicamente, ello me sirvió para situarme y poder contemplar mi trabajo al lado del trabajo de otros artesanos. La experiencia resultó muy satisfactoria. La realización de un instrumento es un hito en la vida de un luthier pero el reconocimiento público sin duda alguna es lo que más alienta para seguir adelante. Fue después de mi participación en el concurso cuando creé mi página web e hice pública mi actividad.


No sabría decirte exactamente cuantos constructores profesionales, centrados en los instrumentos de cuerda frotada, existen actualmente en España. El número es sensiblemente inferior al de los que se agrupan bajo la denominación de luthiers. Existen establecimientos de luthería que se dedican a la reparación y restauración, a la comercialización de instrumentos, a la venda de accesorios… pero que no construyen. La luthería comprende un espectro muy amplio de actividades y de conocimientos y cada uno encuentra su mejor proyección, de acuerdo con sus intereses y capacidades. Dedicados a la construcción y refi riéndonos a los instrumentos del cuarteto clásico, tal vez no seamos más de 10 en España.

Quiero remarcar que siempre cuando hablo de luthiers excluyo a la guitarrería y en absoluto por menosprecio, sino porque considero que forma parte de otra rama constructiva con técnicas y métodos muy distintos. En la actualidad tengo, en muchas ocasiones, la sensación de que el ofi cio, entendido como obra personal llevada a cabo con minuciosidad y rigor, se está muriendo Vamos, que la venta de violines chinos funciona bien. Sin embargo, ya existieron otros intentos de asesinato a lo largo de la historia En las primeras décadas del siglo XX, numerosas fábricas ubicadas en el norte de Francia y sur de Alemania produjeron miles de instrumentos de serie. Muchos de ellos, etiquetados “ Antonius Stradivarius Cremonensis” o con nombres de otros grandes constructores del período clásico. La consecuencia de ello fue la creación de una gran confusión, que persiste a través de las décadas. No pasa mes que alguien no se ponga en contacto conmigo diciéndome que tiene un Stradivarius en su poder. Y lo mismo que me sucede a mí, le sucede a todo aquel que está relacionada con este campo. Se construyeron cantidad ingente de instrumentos de calidad diversa y provocó casi la defunción de la luthería artesanal, con nombre de creador. Ahora este fenómeno lo estamos viviendo con los productos chinos. Al inicio los productos eran abominables y en estos momentos, atendiendo a su precio y a su calidad, pasan a ser muy aceptables. En la última Triennale de Cremona, la última vez que asistí, podríamos decir que más de la mitad de los participantes eran orientales. Los chinos se lo han tomado muy en serio… y en serie.

Sin embargo, quiero pensar que el reconocimiento a la obra personal, asociada a alguien con nombre y apellidos, subsistirá. Veamos, en mi caso, la construcción de un violín me puede exigir no menos de 250 horas, aparte tenemos el trabajo de escoger las maderas adecuadas, la elaboración propia de los barnices y el minucioso ajuste del instrumento fi nalizado. A partir de aquí uno puede ir haciéndose una idea del coste de construcción de dicho instrumento.. Después de tanto trabajo personal volcado sobre 400 gramos de madera, se establece un vínculo indeleble entre el creador y su instrumento, aún cuando éste sale del taller para iniciar la vida junto a su propietario. Yo acostumbro a decir que el primer interesado en mantener en condiciones óptimas a mis instrumentos, soy yo mismo. Es algo a veces difícil de explicar y de comprender, pero que se basa en el hecho de que un instrumento que está realizado de materia viva, que tiene personalidad y voz propia, se percibe como una proyección de uno mismo. Y este tipo de vínculos son impensables en instrumentos fabricados en serie.

Una de las principales diferencias entre la filosofía de construcción de un violín respecto a la mayoría de elementos materiales actuales está en la vida útil del mismo, me explico; un ordenador, una televisión, un coche, etc. están pensados para durar unos cuantos años, no muchos, siete u ocho como máximo, cinco es casi lo normal. Digan lo que digan las

   

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